miércoles, 13 de abril de 2011

Allá afuera hay exceso de perversión. Allá afuera los buenos y los malos hacen de las suyas
y es que los primeros son sólo aparentemente buenos y los segundos se han convertido en malos porque los caminos de la bondad fueron cerrados uno a uno.

Ambos, sin precisar ni confesar, matan. Matan a los que aun no hemos muerto de miedo. Asesinan la libertad de subir y bajar las calles, de vivir la noche que antes era espléndida y ahora es un nudo de temor ante el tableteo de la metralla y el ulular de las sirenas. Liquidan la alegría que significaba pensar en el futuro de tus hijos porque si el presente es de horror el porvenir ni idea de que nos falta por ver.

Afuera hay alguien desangrándose en este mismo momento mientras otros cuerpos que fueron vivos ahora se pudren apenas olfateados por los perros. Mañana los encontrarán para relegarlos al olvido, igual que cuando estaban vivos y eran un cero a la izquierda, invisibles para una sociedad que pondera el éxito y el consumo de lo superfluo.

Pero todos ellos eran parte de otros, igual de despreciados e invisibles; fueron de su carne y de su sangre y ahora son de sus lágrimas y su dolor. Dolor que nadie comparte porque son etiquetados como escoria por los que se dicen buenos, los buenos que no les tuvieron compasión ni cuando fueron vida menos ahora que son muerte.

Porque en el exterior nadie estamos seguros mejor nos encerramos. Tapiamos puertas y ventanas para que no entren las balas, ni los extraños. Ponemos candados y cerrojos para que el mal no alcance nuestra vida. Construimos muros y sobre ellos picos que laceren; instalamos luces y alarmas que alerten y hagan desisitir a los intrusos. Apretamos los ojos y los puños ante una realidad que nos acongoja y que hace que la felicidad diaria se nos vaya de las manos.

Quién parará la maldad, la guerra, el desprecio por los otros, la indiferencia ante los diferentes?
Quién abrirá de nuevo las puertas y ventanas para que entre la luz y la confianza?
Quién franqueará el paso a los distintos para enriquecer nuestra humanidad?

Quién si no nosotros?
Quién sin nosotros?