lunes, 31 de octubre de 2011

De José Emilio Pacheco



Fin de siglo


«La sangre derramada clama venganza».
Y la venganza no puede engendrar
sino más sangre derramada
¿Quién soy:
el guarda de mi hermano o aquel
a quien adiestraron
para aceptar la muerte de los demás,
no la propia muerte?
¿A nombre de qué puedo condenar a muerte
a otros por lo que son o piensan?
Pero ¿cómo dejar impunes
la tortura o el genocidio o el matar de hambre?
No quiero nada para mí:
sólo anhelo
lo posible imposible:
un mundo sin víctimas.

Cómo lograrlo no está en mi poder;
escapa a mi pequeñez, a mi pobre intento
de vaciar el mar de sangre que es nuestro siglo

con el cuenco trémulo de la mano
Mientras escribo llega el crepúsculo
cerca de mí los gritos que no han cesado
no me dejan cerrar los ojos


viernes, 21 de octubre de 2011

Un conocido mío sufrió el "levantón" de un familiar, fueron a denunciar y se encontraron con la abulia de las autoridades. Él no me cuenta mucho y yo tampoco le pregunto tanto: el tiene temor y le respeto su discreción, porque aunque creo no compartirla no sé con certeza qué haría en su caso. Le he sugerido que se acerque a organizaciones que se ocupan de casos así y me dice que no está seguro, que se le hace que, como Sicilia, habrá que darles de besos, cuando lo que se le antoja es patearles los... a quienes tienen la obligación de procurar seguridad persiguiendo a los culpables y haciendo bien su trabajo y que se parapetan en excusas, se avientan la responsabilidad unos a otros y finalmente no hay quien responda.

Sigo creyendo que la unión hace la fuerza pero no puedo forzar a nadie a pensar como yo, menos con un dolor tan intenso y una tristeza y rabia tan profundas. Ante esos sentimientos se siente uno rebasada. Suplicar, como hacen algunas madres, me parece indigno e inútil: ni criminales ni autoridades se enternecerán ante nuestras lágrimas. Ya lo vimos, el Movimiento por la Paz encabezado por Sicilia le apostó, y lo dijo con orgullo, a buscar las fibras sensibles de a quienes brindó abrazos, besos, sonrisas, palmadas en los hombros. No creemos en esa vía sencillamente porque el cristianismo lleva 2000 años promoviendo el amor al prójimo sin conseguir nada, ¿por qué habría de conseguirlo un puñado de hombres y mujeres en el lapso de días o meses? Porque no debemos perder de vista que la guerra, cualquier guerra, es un negocio. Y el elemento que orienta los negocios es la ganancia, no los sentimientos.

En fin, no está por demás la organización y la lucha a diferentes niveles, uno de ellos el diálogo, el trato con las autoridades, que es necesario pero insuficiente y en el cual no debemos depositar demasiadas esperanzas. Pero un diálogo firme y consistente, no uno que un día eche madres, otro exija, otro conceda, otro suplique, otro vuelva a reclamar y al siguiente se desdiga, etc. Difícil camino nos ha tendido el enemigo, o los enemigos: delincuentes y gobierno, que no sabemos si son dos o uno solo.