viernes, 30 de marzo de 2012

Revivir



Larga estadía en un lugar sin nombres, sin fechas, sin límites, sin amores o desamores. Vacuo espacio de compañía, sustituida ésta por soledad sin freno ni medida, dolores tolerables pero inmensos, tristezas hondas por ser incompartidas. Pero de pronto, o no tanto, el jardín de invierno, desértico como el ánimo, se transforma en un vergel primaveral que prolonga sus ramas hasta mi corazón y me florece la esperanza.

Antes la montaña nos recibió amable acogiendo en su falda nuestra presencia; la nieve, el frío se diluían con el calor de los amigos viejos y nuevos, pero nada dura para siempre y hubo de terminar la aventura; una nueva aventura inició al volver, con experiencias inesperadas y actos desesperados. Otra vez el frío se instaló pero ahora llegó a los huesos y al alma. Tomó tiempo pero el despertar se va dando. Mis queridos seres vivos se renuevan con la tibieza de un clima benévolo, vamos volviendo a la normalidad, a la existencia diaria regular. Se asoma y rasca mi ventana el viento al mismo tiempo que mi perro. Amo a los dos. Me sostienen. Me sostengo