lunes, 27 de septiembre de 2010

Desde Oaxaca



Tortillas frías

Fernando Lobo


Sábado, 25 de Septiembre de 2010 15:55



Hace un par de días comí en una de las fondas que flanquean el mercado Cuarto Centenario. La comida en los mercados de Oaxaca es siempre un privilegio, pero en esa ocasión tuve un desacuerdo con la doñita que me atendió.

-Aquí están sus blandas calientitas-, me dijo.

Al tocarlas, sentí que esas tortillas estaban listas para preparar unos chilaquiles.

-Seño, estas tortillas están frías.

-No, joven. Están calientes.

-Caliéntelas un poco más, por favor.

La doñita frunció sutilmente el ceño.

-Si las caliento más se ponen duras-, me dijo.

No tenía el menor sentido proseguir con la polémica. Era una cuestión de percepción.



¿Alguna vez han viajado en un urbano oaxaqueño? Cuando el vehículo acelera, los pasajeros sienten que ha comenzado una carrera al infierno, piensan que el conductor es un desquiciado y temen que la carrocería esté a punto de estallar en pedazos. Cuando el urbano gira en un crucero y se inclina y se inclina, es fácil pensar que la vida no vale nada. Sin embargo, el chofer se comporta como si pilotara una nave espacial en gravedad cero, como si mediaran galaxias completas entre la defensa delantera y el taxi que tiene enfrente.


¿Percibimos realidades diferentes? No es un asunto menor.


Durante el conflicto oaxaqueño del año 2006, algunos medios independientes que acompañaban al movimiento popular se hallaban entrampados en una confrontación de enunciados con las cadenas de televisión. Estuve en eso. Donde ellos ponían "unos cuantos grupos radicales", nosotros apuntábamos "un gran movimiento popular", cuando ellos decían "la violencia desatada por el conflicto", nosotros denunciábamos "el terrorismo de estado", ellos denunciaban el "vandalismo" y nosotros apreciábamos "la gráfica urbana en resistencia", y un largo etcétera. Una confrontación profundamente asimétrica, por cierto.


Algo parecido ocurría entre los habitantes de la ciudad: caminábamos por las mismas calles, pero las interpretábamos de modos dispares. Una barricada a las dos de la mañana podía provocar ternura, orgullo o terror, dependiendo de quién la contemplara.


Una noche de agosto, los opinólogos favoritos de Televisa se juntaron como todos los miércoles, para dictar una sentencia mediática: "hay ingobernabilidad en Oaxaca", dijeron.


Y eso era justo lo que tratábamos de explicar desde un principio. Sin que nadie se lo pidiera, el olmo dio peras. Por una vez, el consorcio mediático y los "pequeños grupos radicales" coincidieron en algo. Es claro que las intenciones eran absolutamente dispares. Nosotros queríamos que el Congreso de la Unión declarara la desaparición de poderes en el estado. Los de Televisa presionaban para el envío de la fuerza pública federal. Porque la objetividad de los medios es una impostura.


¿Y si además de percibir diferentes realidades, las enunciamos de acuerdo a intereses establecidos de antemano?


El jueves por la mañana, el presidente Fox dio su opinión al respecto. Cinco minutos después el vocero Aguilar convocó a conferencia de prensa para dar una de esa declaraciones que siempre comenzaban: "lo que el presidente quiso decir…"


El caso es que el vocero nos explicó que sí había gobernabilidad en Oaxaca. Nadie aclaró qué significa exactamente "ingobernabilidad".


Cuando el presidente Calderón y su reducido grupo de acólitos dice que la violencia en el país es una cuestión de percepción, definitivamente no es un asunto menor.


Recientemente, la bravucona secretaria de estado norteamericana pegó un manotazo sobre el tablero de las declaraciones en torno al Plan Mérida. Clinton dijo que la situación en México se parece cada vez más a la que sufrió Colombia hace veinte años, deslizando que, por lo tanto, son necesarias soluciones como las que se implementaron allá. Un Plan Colombia para México (léase, entre otras cosas, intervención directa de los marines). Al día siguiente, el presidente Obama salió a desmentir a Clinton. Dijo que México era un país encarrerado en la democracia y el crecimiento económico y que, por lo tanto, la situación no es ni parecida a la de Colombia en los ochentas.


Nuestra situación no es como la de Colombia por la simple y llana razón de que no estamos en Colombia y no son los ochentas. Ese no es el punto. El punto es que el jefe de la gran potencia y su segunda de a bordo (los mismos que ordenan invasiones y bloqueos en medio oriente, los que enviaron la guardia nacional a California y Arizona), no se ponen de acuerdo sobre lo que ocurre al otro lado de su frontera sur.


Eso y las tortillas frías, no son asuntos menores.


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