La muerte decidió golpearnos a quienes saludamos y nos aferramos al libre pensamiento. Apenas un día más tarde que Saramago, Monsiváis emprendió también el viaje hacia la nada. Todo lo habían hecho, sabido, conocido, domado, amado, provocado, vivido. Por todas las ventanas tuvieron vista, por todas las puertas salida. Optaron por ser consecuentes en sus haceres con su pensares. Estamos más solos ahora que los defensores de lo diferente nos han dejado. Nos dejan tristísimos pero felices porque los tuvimos algún tiempo. Poco tiempo en verdad para lo que han sido. ¿Cómo es que viven quienes dañan tanto al mundo y se van quienes lo embellecen, lo protegen, le regalan? Yo como ellos, a un lado de ellos, voy por la vida sin la necesidad de creer en un dios que si existiera sería la mar de injusto, prefiero que no exista quien pudiendo hacer bien hace el mal a miles de millones. Nunca me ha hecho falta dios; ahora me hacen falta Monsiváis y Saramago. ¡Hasta siempre queridos!
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